Mujer que bajo un cielo de halcones y de imanes,
donde apenas podemos pisar y tropezamos,
nos ofreces tus piernas desde altas caderas
echada blandamente sobre un suelo amarillo
y ocre de luz sucia, hojas sueltas y láminas translúcidas.
Antes de echarte para ser tomada
y de brindarte para ser violada por el ojo y el pulso
caminaste sin dudas aceras y calzadas.
cruzada por tensiones y por días.
Ahora te cruzan por haberte visto
tus tensiones tardías y mis ganas.
Cómo cruzan desnudas tantas piernas,
teñidas de nirvana tantas piernas
tu tensión y mis ganas,
creyéndose bravías e inmortales,
las dunas amarillas de los muslos
y las nalgas errantes
y los cuerpos hendidos por las ancas
en crudas intemperies y sitios monacales,
por vidas extendidas al pie de los sentidos
tu tensión y mis días como dos caravanas.
Sobre todo deseos trenzándose en nirvanas,
volviéndose a los ojos fuselajes que avanzan
y tienen entrepiernas
géiseres de ardientes nidos,
humedades de llamas que nos llaman
y sigilos de adioses rozándose
con sonrosada gracia.
Nuestras bocas y sexos sabiamente agredidos,
transidos y colmados, monstruosamente henchidos,
y el turbulento paso de la nidada insigne,
del deseo de hembra
de una embriaguez de glúteos,
de desnudos torpedos de una hembra,
destruyendo mis sombras, gemas de claridades.
Amilcar Luis Blanco (Pintura y fotografía artística de Alexandre Montoya)
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