Con tu cielo imposible,
tus opciones,
tus concursos para ursos
y tu obviedad visible
y tus traiciones,
infalible tevé, nos das tus cursos.
Nos golpeas en la ciencia y el orgullo.
Empacha tu vacío.
No sólo el ojo del usual antojo
de un culo hecho capullo
o de un joven cabrío,
también el de un cinismo sin cerrojo.
Y con todo nos tienta
tu sólita pantalla
y sin dudar compramos
de tu agua colorida y cenicienta,
la vertical metralla,
aun de lo que no necesitamos.
Y somos inducidos.
Y bendita tu eres
en shopings y mercados,
porque insuflas los varios sinsentidos
a hombres y mujeres
vendiéndoles perdones y pecados.-
No hay muerte y las penurias
en tu hipnótico estrado
se desvanecen;
nos amainan las furias.
Tras tu visor el pueblo está sentado
mientras las sombras crecen.
Amílcar Luis Blanco
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