
Siempre que voy ardiendo a mis palabras
y quiero detenerme y no consigo
ver a mi alrededor y me persigo
mojo mi fuego en mil abracadabras.
Como un pastor que huyera de sus cabras
en furioso tropel, soy el testigo
de un suicidio banal y colectivo.
Un colapso de todas las bisagras
que sostienen mis puertas, mi postigo,
mi indispensable pan en partes magras,
me inunda de terror hasta el ombligo.
El mundo tiembla cuando lo consagras
y tu muerte lo hará definitivo
cuando por fin a su tiniebla te abras.
Amílcar Luis Blanco.- (Pintura de David Gillisver)
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