Aunque ella no se ve la ven las otras,
la miran desde innúmeras ventanas.
Su desnudez la viste por entero.
Un rictus de silencio y luz,
sombra y tristeza
le sube al rostro.
Y el empeine y la larga pantorrilla,
los muslos, hombros, brazos y manos
persiguen distraídos el rictus de su rostro.
Ella tiene su tiempo en la mirada
más que quien la retrata;
el que trabaja su imagen en la tela.
Amilcar Luis Blanco ("Laca china", Oleo de Gregorio Lopez Naguil)
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