Ahora, en este instante, junto a la luz partida,
de la lámpara absorta, vestido de paisaje,
miro tras la ventana, embarcado en un viaje
de quieta certidumbre acerca de la vida.
Y en este quieto andar, en esta quieta huida,
aunque bogue en tormentas, me sostiene un anclaje
de gravedad intensa, de templado coraje,
para dar cara al miedo y curar cada herida.
Y por eso hijo mío mi amor hoy te convida
y espera de tus ojos y tu voz sin ultraje
la luz y la palabra que tengas decidida
para amar tu también la madre y el paraje.
Porque a tu hijo lo amas y amarás sin medida.
Porque el amor derrota al odio más salvaje.
Amilcar Luis Blanco (Pintura de José Bermúdez)
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