Tanto impío arrabal
tanta tristeza
se desliza reptando por la calle sabuesa
que un taconear despierta
¡Vengan, vengan a ver ahora lo que empieza!
Empieza mucho a veces la pobreza
y la pobreza casi nunca acaba.
Un taconear muy duro la sostiene
y la vuelve su esclava.
Menesterosa suena, a suela,
la algarabía
que quiere taconear y levantarse
de la penumbra que la desafía.
Voces acuden desde las orillas
rotas conversaciones,ayes, gritos.
Las veredas se pueblan de balcones,
los balcones de sillas
y las sillas de aplausos y exclamativos ritos.
Hay gentío ardoroso, incontenibles gritos.
Un taconear se enciende
¡Vengan a verlo!
pero también a taconear y hacerlo
que de todos trasciende
un vapor de sudor y un bochinche de pitos
y no se entiende.
Humo de soledades,
sucias, recalentadas,
de todas las edades,
por fuegos de ilusiones
no saciadas
y un talón y una suela levantadas
y después taconeadas y golpeadas
¡Mucho para la fina madrugada!
El hombre, la mujer, también los hijos,
medran en los suburbios sus pobrezas
y golpean y rompen guitarras y entresijos
en todas las inútiles destrezas
de un taconear avieso
que les tiene tomadas las cabezas
en un bailongo sedicente
en carne y hueso
¡Vengan a ver la gente!
Todo aquél que golpea
taconea
sobre aquéllo que siente.
Amílcar Luis Blanco
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