
Se retira la luz, el tiempo pasa,
la penumbra se adueña de la casa.
Uncidos a los lentos menesteres,
como a rodantes piedras de molinos,
molemos nuestros sueños, dejamos sin destinos,
secretas esperanzas y potentes placeres.
Nos vamos destruyendo en medio de la calma,
yendo siempre a la noria, sin poder detenernos.
Vivimos convirtiendo nuestros trozos de alma
en harina hacia panes de perspicuos infiernos.
Así, cuando la sombra se apodera del cielo
y el humo se despide del fuego en los hogares,
el tiempo pone muelas mortales al anhelo
y nos clava colmillos hasta en los genitales.
Por eso al desnudarnos de ropas y de días
los comburantes ojos son lupinas bujias
y los cuerpos palpitan, ebrios, turbios, fatales.
Amílcar Luis Blanco
Un poema de claro tono descendente, mi querido Amílcar, con un mensaje realista sobre la vida cuando se llega al ocaso de la misma, cuando se es consciente de las trabas que el tiempo nos impone conforme pasa...
ResponderBorrarMuy bello, aunque muy triste, Maestro.
Un gran beso y ya está tu poema en "M y P", con ese hermoso cuadro de Maurice Utrillo.
La verdad, a veces, es abrumadora. El paso de los años, siempre va dejando un reguero de desalojo y soledad. Así es la vida, y así lo versas tú, tan bien como siempre Amilcar.
ResponderBorrarUn abrazo