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viernes, 21 de febrero de 2014

LAS CONFESIONES DE DIANA CAZADORA







El escaño invisible de la nada
me tienta el ascender.
Siempre a lo alto.
Como si se pudiera ver
más allá de la propia mirada
y despejar la maraña abriéndole el ansiado rumbo.

Forzar a lo visible y superarlo.
Ir hacia el sol del pálpito y la gracia;
ámbito de la intuición,
del cielo diáfano del tigre,
de un horizonte bebedizo y móvil.

El del joven Enrique por ejemplo.
Lo vi crecer igual a un tallo tierno
y hoy activa mi sangre con impulso de fiera.
Lo poseo y lo guío. Me obsesiona
y cabalgo sobre él y enloquecida
le extiendo mi potente y absorbente textura

En las ampollas de agua de la tarde
reverbera el ocaso golpeándoles los ojos
y una inquietud de insectos las rodea
y mis fieras o posan o retiran
los elásticos miembros del tapiz de la hierba.
Hago a mi vez lo mismo que mis fieras.

Se saben y se sienten observadas
hasta que al fin con luna les muerdo los hocicos
con un aire salino y ceniciento y las llevo a la sangre,
al hilo rojo de la vida tibia que late en sus distancias.
A mi me sabe a cielo la acritud más amarga
cuando pongo mi boca en la flor encendida de su boca.

El bosque es escarpado tanto como los días
sobre todo en la Corte que me asedia
y camino desde el alba hasta el lívido baño de la luz
que resbala hacia el negror estrellado
buscando corazones para embeber mis dardos.
El corazón de él me bate el pulso y me enciende la sangre
por eso y a su lado estoy y lo entretengo.

Siento una sed absurda y consecuente.
Me hermana con las bestias y me apura.
Y el fulgor de esa sed se enciende entre mi carne
y me empapa de celo y obsesiones
y vigilo y atisbo, hiero y mato,
para espabilar la sombra de mis dudas.
Yo soy Diana la Luna, la terca cazadora.

Amilcar Luis Blanco (Diana de Poitiers, Duquesa de Valentinois, Señora de Fontainebleau, La Gran Senescala)


6 comentarios:

  1. ¡Qué hermoso, qué fuerza, qué viveza expresiva y qué léxico de dioses empleas, Amílcar querido!

    Diana de Poitiers y la misma Diana Cazadora estarían orgullosas de este poema, sin duda.

    ¡Y prestos llegan tus dardos a asaetearme! Jejeje...

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  2. Hola Amílcar, paso a leerte de nuevo y caer casi rendida a tanta letra que llega, y que me hace perder la memoria de lo poco que se, porque al leerte me doy cuenta de ello.
    Ya sabes que ando un poco dispersa con mis cosas inesperadas como el regreso de mi hijo que se ha separado del amor de su vida, y la verdad es que solo escribir me salva de la tristeza que a mi llega en estos días. Pero bueno, las cosas cambiaran y yo volveré a visitaros a todos mis amigos, y a ver cómo pasan los días plácidamente, de momento disculpa mis ausencias.
    Has escrito un poema que es mas parte de historia que de caminar sin rumbo, siempre sabes llegar a la gente que te leemos con pasión, y cálidamente. Un abrazo amigo.

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  3. Gracias Mayte, amiga querida. Escribí este poema pensando que seguramente te gustaría y lo entenderías porque sos versada en los episodios históricos que atañen a mujeres valientes y valiosas como Diana de Poitiers, a quien he intentado también rendirle homenaje con el poema.
    También ha sido un homenaje a vos y a tus poemas,a "Impia y seductora" y sobre todo a "Antes de la medianoche", del que reproducís ese logradísimo verso, "prestos llegan tus dardos a asaetearme".-
    A mí, una poeta y amiga como vos, tan querida, "llegan tus dardos a asaetearme". Besos mil.

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  4. Gracias por tu comentario Lola. Espero que las cosas se solucionen para tu hijo y se traduzcan en un nuevo equilibrio para su vida y la tuya como madre. Un abrazo.

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  5. "Ir hacia el sol del pálpito y la gracia" hermosísimo poema, preñado de sugerentes y bellas metáforas, amigo poeta Amilcar.

    Lo he leído una y otra vez y me ha gustado muchísimo. Felicidades.

    Besos. María

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  6. Gracias María por tu generoso comentario y un abrazo.

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