Estallan las palabras y las voces
en la eufonía de los gorjeos
en crujidos de grúas y de flejes,
y quejidos elásticos
y atroces,
círculos y devaneos,
largos ejes,
ronronean conspicuos los motores
entre los contoneos de las flores.
La ciudad se articula en las sirenas,
en los duendes del aire, la bocinas,
los silbidos del viento
y un crepitar de hornallas como penas,
marimbas y sordinas
y una parra desnuda su sarmiento,
trémulo entre tambores cornetas y violines,
desembala trompetas y nardos y jazmines.
Un clamor se desbanda; fútbol en los estadios
y frenadas chirriantes y campanas,
en el freír abierto de las radios
fuga de las ventanas.
El sonar bandeirante de las gaitas
Los aullidos, las sierras, los ladridos,
desparraman sentidos
de haber vivido duelos entre taitas
Somnolientos o raudos bandoneones,
lentos, cautos, alivian las tensiones.
Y la trepidación de las turbinas
de los jets, sobre escándalos y ruinas
de un rock violento y un golpear de mambos.
Un vaivén mece cumbias y boleros,
y hasta sinuosas curvas en los tangos,
y en ligeras milongas y entreveros.
Estruendo en la ciudad y las baldosas
en asfaltos, balcones, entre gentes y cosas;
residuos de los tiempos desiguales
y sombras de otras sombras siempre menesterosas.
Amilcar Luis Blanco ("Pintura de Ciudad" por Van Tame)
Casi se puede escuchar cuanto describes, esa cacofonía que caracteriza a las ciudades populosas, pues el ritmo de tu poema crece y crece...
ResponderBorrarDificil convivir con eses ruídos pero es uno de los inconvenientes de vivir en una gran ciudad
ResponderBorrarCuando he leído tu título y esa frase,me he acordado del libro del buen amor del Arcipreste de Hita...Es el castellano antiguo...Aún recuerdo cuando tuve que leer el Conde Lucanor pues fue matador
Me ha encantado esa descripción y comparto..Saludos