Todo se borra todo se diluye en el extenso frío de la extensa mirada,
sentados a la mesa de un café donde fuere, metidos sometidos en silenciosa rada.
Metidos sometidos a la luz y al hormigueo del alma pululante, algo funambulesca,
al alma hecha de sombra sedicente, callada, quizás la más grotesca.
Allí estamos, allí estamos, apenas visibles en el aire traspasado de mañana.
Quizás los más grotescos, más enamorados, más resueltos, de alma pura,
esa que sueña y quiere vivir eternamente, aferrarse al momento contagiada de altura,
contagiada de altura y quieto movimiento en el que dos se encuentran y fugaces
sueñan hacerse eternos, perdurar, y sin parar, sin detenerse piden café en un bar.
Entonces permanecen sentados y callados y mirando la calle, el cielo, la explanada,
observando las sombras y las luces y las gentes que pasan en una paz callada,
en una paz que lo contiene todo, sus pasados, sus sueños, sus fracasos y aciertos,
en una paz en pausa latiente y numerosa, la de sentirse vivos, gozosos y despiertos.-
Amilcar Luis Blanco (Cuadro de Ernest Descals)
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