Esto de haber nacido largamente,
de haber nacido tontamente,
totalmente,
sin otro propósito que haber nacido,
suele ponerme mal a veces,
me hace sentir cohibido,
poco querido,
poco.-
Suelo sentir cansado al mundo entero.
Al olvido en oleajes.
Aguas que regentean transparencias,
llegando a las narices y los ojos
de cada muerto mío que recuerdo,
volviendo a mi después,
como si nada.
Suelo sentir cansancio enardecido,
un cansancio de fuegos sin ambages,
de olas amarillas,
espuertas de carámbanos y hogueras,
de gritos y sonidos y silencios
y tardes
que se parten,
odres abiertas, vientres de penumbras,
en ciudades antiguas que se vierten
bajo claros de luna
o luces de ventanas
en jodidos desórdenes
y miedos.
También sentir el suelo desatado,
las fugas de adoquines a destajo.
Poco vivible todo
o a lo sumo
una merienda en ciernes,
un banquete
pero, en suma,
poco vivible todo,
todo.
Algo hay que se apodera y no me deja
ese cuajo de luz en la espesura,
ese tajo certero para matar la sombra.
Algo que no me deja y me persigue,
alas de mariposas de penumbras,
alas de frondosísimas tinieblas,
alas de sucia muerte a mis espaldas.
Poco vivible todo
o a lo sumo
un cielo y el recuerdo de otro cielo,
un cielo y el recuerdo de otro cielo,
un cielo y el recuerdo de otro cielo.
Amílcar Luis Blanco (" Atardecer en el paseo de Karl Johann ", oleo sobre tela de Edward Munch)
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