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sábado, 18 de junio de 2011
Poema dedicado a Francisco Urondo.
Ese llevar la muerte toda entera
adentro de las ganas
Y comprender desde el herido
y desde el ofensor esclavizado,
en el mismo martirio,
el sentido fatal de ser cualquiera
para recibir la cuchillada.
Ese aceptar adentro de la calma
cada lastimadura cotidiana
Y comprender y no poner el rostro
para la benefactora cachetada,
sino poner las manos contra filos,
el pecho contra balas
y el escozor contra el peligro enhiesto
de sólo una mirada.
Hermano, se me corren los cojones,
de que tanto valor quepa en un hombre
en una sola vida desgraciada.
En mi vida tu joya resplandece
por haberte leído, me parece,
por sospechar tan sólo tu coartada
para una muerte injusta, enamorada.
Amílcar Luis Blanco
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Un poema valiente y justo para un hombre que murió afrentando a la misma muerte, a ésa que se ceba en los que luchan, en los que esgrimen espolones como gallos de pelea o que resisten como toros de lidia bajo la descarga eléctrica de una tormenta. Para ésos que lo han dado todo, que han dado realmente lo único que tenían suyo, lo más valioso, la vida, por la dignidad de los que ni siquiera tienen derecho a ella, por aquéllos a los que, por negar, se les niega hasta el aliento.
ResponderBorrarAsí me gusta, Maestro: ¡con dos cojones!
¡Amén, que así sea! Querida Mayte todo lo que decís de Urondo es cierto. Él dió su vida por aquéllos a los que,por negar, se les niega hasta el aliento. Un enorme beso para tí.-
ResponderBorrarUn bello homenaje, amigo, felicidades por tu manera de transmitir.
ResponderBorrarUn beso.