"Tal vez se trate únicamente de una aptitud enfermiza de los hombres recién llegados, que les ha hecho perder la facultad de mezclar nuevamente los colores internos del espíritu y de restablecer, a voluntad, el primitivo y sencillo estado natural...
... Pues por mucho que andemos y a cualquier parte que lleguemos, la naturaleza sigue siendo el aterrador molino de la muerte ..."
Novalis "Las discípulas en Sais" - Traducción de Violeta Cané.-
I
Cuando participábamos del arroyo y el álamo,
encargados de adentro;
nos creció interponiendo su aparente cristal
una bitácora con eco
y perdimos
el ojo composición, el oído múltiplo;
las estrellas, las lluvias,
fueron perdiendo el gusto
con probabilidades de una sombra por turno
y nació lo distinto
entre las soledades del análisis,
los desiertos de harina,
las batallas del poker,
las fojas contables y los contratos unilaterales.
El émbolo del microscopio
hasta el aire granítico perfora,
y celebra posibles variaciones
sobre la millonésima de una semifusa;
contra la duda siempre indispuestas sus bielas,
porque aunque usemos yeso
es de diamante el presupuesto.
Luchamos con la muerte cada instante muriendo,
contra la millonésima de muerte
que lleva un electrón en su cerco;
contra una muerte mayor que la muerte misma,
multiplicada por el tiempo,
no fraccionada sino entera
que en cada pelo del mosquito o la araña
pisando incertidumbre
la ciencia al descubrirla nos chequea.
Morimos en parcelas,
recorremos el buque,
pavorosos, huyendo del naufragio
que al aparecer, nos sacude,
en cada uno de los compartimientos estancos.
Morimos a girones
deshilachándonos
como un mar que fallece gota a gota
por la punta de un pelo desangrándose.
Los hombres en collares
sin filamento
han perdido el amarse,
o bien se lo utiliza para confeccionar afiches
o para la decoración de interiores,
aunque los animales sin memoria
guardan aún la permanencia del instante
en un cofre de lúbrica pezuña
que cuando no lo saben les eriza la carne.
Porque los hombres antes, si salían de viaje
no escatimaban los recaudos,
todo lo trasladaban,
el piano, las alfombras, el canario;
no circulaba el reloj pulsera
ni en las amenas vueltas del camino
la palabra desastre ...
(O, tal vez, acontezca que mis ojos de ahora
no sean más aquéllos de una infancia sin hambre)
Amílcar Ovidio Blanco ( Pintura "Anatomía de la muerte" de Simonet)
Mis más sinceras felicitaciones para tu señor padre, Amílcar querido, felicitaciones por su longevidad y también por ser tan buen poeta. Este poema constata que no es vacua lisonja cuanto digo. El poema es profundo y reflexivo, trata de esa muerte continua que sufre todo lo vivo, esa muerte que nos llega con cada escama de piel vencida, con cada célula aniquilada, con cada molécula extinguida...Huy, me está inspirando a mí también otro, nos vamos a poner tétricos con esto de la muerte, pero al fin y al cabo, ¿qué es la muerte, si ni siquiera existe? Sólo es una forma de llamar al fin de la vida.
ResponderBorrarMuchos besos, Amílcar, y feliz semana. Felicita, eso sí, a tu padre, de parte mía, y quedo a la espera de las otras dos partes que completan este genial poema.