"Guarda la permanencia del instante
en un cofre de lúbrica pezuña,
que cuando no lo saben les eriza la carne..."
Amílcar Ovidio Blanco
Por la ribera gris y nebulosa,
la que podría frecuentar un ángel
en un alcohol sin Dios,
evanescente,
adentrado en hipnótica mirada,
puesto en mi traje de funcionamiento,
después de basureros y metrallas,
cuando en la calle sólo quedan sombras,
comparece entre luces la mañana
y a los costados de mis sienes
desde las ventanillas se derrama
dentro del automóvil
todo lo que no soy y me resiste.
Sólo quedo hecho autómata y tiempo;
fugaz instante, raudo movimiento
ubicuo frenesí de procelosa nada.
Vengo de antiquísima alcoba,
sin dosel, baldaquino, velo o ángel;
del reflejo simiesco,
de carámbanos húmedos,
de cavernas a tientas descubiertas
para guardar el miedo
y velar el silencio hasta que escampe
y destile su gozo más secreto,
el del sabor a luz de la palabra.
Vuelvo a la claridad
del ésto y del aquéllo
desde el follaje intenso;
del rucio al caballero;
de las piernas con garras,
lo ambidextro,
hasta el ábaco digital
y la computadora
al automóvil, la autopista,
al salario; al muñeco secreto
que opina y que discute
en el aro mortal de su corbata.
Y la nostalgia ruge, pero toso.
El tigre menudea aunque sonría.
Y el ojo aún extiende
su hontanar de reptil
a la distancia.
Y el celo del rubí titila y arde
y extiende el corazón como si fuera
una hoguera en la noche;
un faro en la borrasca
Pero vuelvo a la alcoba
y al lecho preparado.
Y la sombra en barbecho me devora.
Amílcar Luis Blanco. (Pintura "El hombre primitivo" por Juan David Álvarez)
Muy hermoso y profundo tu poema, Amílcar querido, sin duda inspirado por ese extracto del de tu señor padre, también poeta.
ResponderBorrarEste poema tuyo nos retrotrae a los orígenes de la humanidad y a cuanto de ese origen permanece aún en nosotros.
Un beso ni gris ni nebuloso, sino nítido y blanco como tu apellido.
PD/En cuanto disponga de un ratito ya me acerco a leerte otro capítulo de tu novela, a ver si luego o mañana de noche.