Esto de estar sin duda conjugados,
sintiéndonos sublimes, como dioses,
sin esperar ni prometer adioses
en mutua eternidad entrelazados.
Esto de entristecernos distanciados,
si no se comunican nuestras voces
y nuestros labios no se juran roces
de almas como ríos conectados
Desnuda nuestras mas íntimas poses
Y nos proclama como enamorados
Y los silencios pegan como coces
de sombras de padrillos aherrojados
o de yeguas alzadas pero atroces
cuando nos vemos incomunicados
Ay el amor, el amor y la distancia...dolorosa ecuación, que, a veces, y sólo a veces, se salva de la desolación porque late en el corazón la ilusión de volver a leer las letras escritas por el ser amado, de escuchar su voz o ver su imagen, aunque sea en una foto o en la pantalla de un ordenador.
ResponderBorrarEl amor sobrevive a todo cuando se siente profundo y nace hermoso, como un pimpollo fresco, y se da sin esperar nada a cambio y se toma como el tesoro preciado que es...
En ocasiones se sufre por la ausencia y se echa tanto de menos a la persona amada como se echaría a faltar el mismo sol si un día amaneciesen las tinieblas.
Me ha gustado muchísimo este soneto, querido Amílcar, leerte me hace sentir sublime, como una diosa, porque aprendo tanto de ti, Maestro...
Un gran beso, mi querido amigo.
¡Qué hermosas palabras las tuyas, Mayte, qué delicisoso comentario, para comérselo! Es verdad cuando el amor nace desinteresado y verdadero es tan ingenuo y pasional, tan cándido que hasta desafía al tiempo y la distancia. Además, cuando aparece, suele ser siempre connatural y produce esa sensación de continuidad vital que da el sol luego de la tiniebla o la tormenta. En esa continuidad respiramos y vivimos algo mejor y nos montamos sobre esa tensión para soportar los corcoveos y saltos de la fortuna, mala o buena, que nos toca. Un gran beso para tí, cara signora y querida amiga.
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