Hay distancia y altura, epifanía
de prados y montañas, cielo, instante,
respiración de oxígeno exultante,
satisfacción en plenitud y umbría.
Pero hay son de ciudad hecha agonía
de bosque agazapado y una furia rampante
caminando en la gente, en actitud errante.
Las calles clamorean su ardua sinfonía.
Abro ojos y oidos. El aire desvaría.
Hay ventanas abiertas a un aura equidistante
de campiña y ciudad y una porfía
de bocinas y pájaros, fluctuante,
de motores, sirenas, tambores; una orgía
de sonidos sumados, extenuante.-
AMILCAR BLANCO (Blog destinado preferentemente a la poesía propia) Los derechos de autor de lo publicado y a publicar en este blog están reservados y protegidos por la Dirección Nacional del derecho del autor-dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la República Argentina- Expediente N° 933882
Querido Amílcar: Preciosa tu sinfonía de sonidos variados mezclados en la gran ciudad que a veces, en efecto, llega a extenuar si no fuera por el piar de los pájaros a los que no sabemos escuchar.
ResponderBorrarUn abrazo
Amílcar, has plasmado de una forma genial esos sonidos que se perciben desde las grandes urbes cuando se las observa a cierta distancia, desde un altozano y se las contempla majestuosas, como mujeres yacentes a la espera de la posesión carnal y parecen ser lo que no son: lugares apacibles, cuando son extenuantes, pero...no podemos vivir si esa amalgama de natura y artificio que nos procura una cómoda vida...
ResponderBorrarUn gran beso, Poeta, Maestro, tus versos están cuajados de sabiduría.
Eres, argentino magnífico, varón arrasador que todo lo logra. Prueba de ello, esta sinfonía: nada queda estático ante la pujanza del ritmo y el alcance de la melodía. Saxos y bandoneones y un piano de fondo con violines clavando sus arcos en el mismísimo centro de esa ciudad fascinante y obnubilada de variaciones que la ensordecen y la hacen marear y abrirse de piernas... Palpo también tu potencia sexual; tu sexo hecho batuta; dirigiéndolo y fecundándolo todo. Un fuerte abrazo, Amílcar.
ResponderBorrarGracias, Rafael, por la visita y el comentario. Es cierto que rara vez escuchamos a los pájaros. Un abrazo
ResponderBorrarQuerida Mayte. Es cierto y, también, la contemplación y audición de la ciudad desde un altozano (siempre tenés la mejor, la más apropiada y bella palabra)es como la de una mujer yacente, pero mucho más, permitime, cuando andás entre dunas o médanos que simulan formas femeninas o cuando, desde el automóvil, ves la llanura con suaves ondulaciones. Aquí en mi Provincia y en Argentina hay llanuras con ondulaciones. Es como andar entre pechos, vientres, muslos, gluteos y grupas, jejeje. Un enorme beso
ResponderBorrarQuerido Pedro. Gracias por tu visita. Toda esa encarnación, personalización del paisaje visto y oido, si lo pienso desde la Rapsodia en azul de Gerswin, sobre todo, me dan ganas sí, como vos decís, de dirigirlo y empuñar la batuta y si es la de mi propio sexo mejor, porque, con qué contrabalancear tanta orgía contradictoria sino con ese exhibicionismo metafórico. Un beso y abrazo para vos.-
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