Que nadie pierda el ritmo
sensual de la magnolia
en este vertedero de ilusiones
donde se ajusta el alma.
Y que todos bebamos sin sospechas
ese trago de ajenjo
que nos limpia de sombras
¿No es éste el vertedero de la ilusión acaso?
El pulso vegetal que nos anima
a entregarnos al alma silenciosa
del alcohol o al sabor de la vendimia
mesclándole el brebaje del ocaso.
¿No estamos hechos todos
de porvenir y ausencias?
Iguales a esa luz que se desliza
y resbala en las lindes del estaño
o se queda en las copas zigzagueante
mientras suena en el arco de la tarde
la tripa de un violín que nos desnuda.
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